Con la victoria en las manos,
derrotado en mi cabeza,
la luz del sol en los ojos
y en mi cielo la tormenta,
sabiendo que cuanto quiero,
de mi deseo se aleja,
más que por no conseguirlo,
por tenerlo siempre cerca,
se me escapan los lamentos,
que en un suspiro me dejan
y a mi vuelven convertidos
en desordenadas letras,
que ordenadas las escribo
en versos que desmadejan
el hilo que forma ovillos
cuando me siento poeta.