Podría escribir versos
hasta que se desangren mis manos,
hasta que el ruido que hacen mis neuronas
al chocar
buscando estrofas con sentido,
ensordezca al mundo.
Podría rimar la vida
hasta que todos la aprendieran
y no se equivocaran
y todo fuera perfecto.
Pero,
la poesía
no es el fin,
ni es el medio,
tan sólo
es el vertedero de nuestras flores,
el surtidor de nuestros miedos,
un grifo de buenas y malas noticias,
el ojo de mi huracán.
Si borraran la poesía
de la cabeza de todos los hombres,
alguien,
en un lugar escondido y oscuro,
silencioso y aislado
la inventaría de nuevo.