Quiero decir tantas cosas
que mi voz es un Babel,
los versos se apelotonan
en montones infinitos,
esperando a ser reescritos
cuando se dejen leer.
Consumo miles de horas
traduciendo lo que ve
la fantasía dichosa
de mi cabeza y el mismo
impulso por escribirlo,
me obliga a retroceder
y a borrar lo que está escrito.
Cuanto más lo necesito,
más deprisa se evapora
o tarda en aparecer
ese maldito estribillo
que coronará la estrofa,
dejándome con la miel
rozando, a penas, mi boca
y en mi mente lo repito,
no se me vaya a perder.
Llega la musa otra vez,
voraz, tirana, a deshoras,
dejo la cama y me visto,
siempre tengo que estar listo
para su vis caprichosa,
soy liberto de mi prosa,
esclavo del verso infiel.
Qué razón tienes Fernando, a veces te sorprende un verso en cualquier sitio. Pero no creo que a ti te cueste demasiado componer. Por cierto, cada vez que entro en VEP, releo a Mister Perfecto, te quedó agudo de verdad!!
ResponderEliminarGracias Dori, tu si que sabes animar.
EliminarY cuando al fin as conseguido
ResponderEliminarponer todo eso en papel,
aun no te quedas dormido
pensando en ese placer.
Gracias Fernando.
Qué razón tienes Antonio y te despiertas y lo vuelves a leer y estás orgulloso de la criatura que has parido y que se abre camino ella sola.
EliminarUmmm, me encanta, porque a mí me ocurre a veces. Llegan los versos a mi mente en cualquier lugar, y, zas, como no puedo escribirlos, luego se esconden retozones, y vuelven cuando menos me lo espero. A los versos les gusta jugar al escondite con los poetas.
ResponderEliminarAna, estamos locos los poetas, no sólo hablamos solos, hablamos en sueños y escribimos solos, que es mucho peor.
EliminarCuánta razón tenéis, locura de lujo creo yo es la vuestra, la de los buenos poetas.
ResponderEliminarGenial Fernando, como siempre.